Mijail Lamas (Sinaloa, 1979). Poeta, traductor y crítico. Es licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por
DEL LIBRO CONTRAVERANO.
No quisiste quedarte.
No quisiste aprender cómo quedarte.
Quedarte resignado a beber toda la luz que nunca muere.
De tal modo que el recuerdo te soborna,
te hace dudar hasta llevar tus manos a tocar lo que no tienes.
Para tocarlo primero hay que saber decirlo, decirlo muchas veces.
Mucho tiempo has pensado destejer, una tras otra,
las tramas que se te van enredando entre los dedos.
Mucho tiempo quisiste enumerar cada partícula de polvo, cada capa de tristeza,
enumerar también cada puñetazo de la frustración,
cada truco para engañar el mediodía que te cortaba en sombra la figura.
Pero no puedes y te llevas una mano a la cabeza
y descubres que en ese recuento
hay una imagen que tienes de ti mismo y te es extraña
que sólo en sus contornos y a lo lejos, apenas en su sombra,
podrías reconocer.
Hay algo que ahora te detiene.
Has dicho demasiado y te has metido en un problema.
El añejo dolor que te conserva despierto y a la sombra
guarda para ti un sentimiento de revancha.
No puedes avanzar lo que quisieras,
el desierto que pretendes recordar se vuelve más extenso.
* * * * * * * * * * * * * * * * *
Lo que antes fue desierto aún persiste
y en unas cuantas líneas crees recuperar todo de nuevo,
recuperar aquel paisaje donde el verano cumplía su destrucción inapelable.
Pero hay algo diferente,
las calles que recuerdas tienen zanjas más hondas,
las paredes de las casas tienen grietas como relámpagos de piedra.
Crees que puedes volver a llenarte de polvo los bolsillos,
crees que puedes patear lejos de aquí remordimiento, rabia y rencor
como si de cosa pequeña se tratara.
Crees que puedes volver y una sensación de sequía en tu garganta te sorprende.
Te sorprende también aquella disposición al cariño que justificaba cada golpe,
aquella sensación de no sentirte solo sin creer que dios te vigilaba.
Y pronuncias en voz baja
una blasfemia que solamente a ti te reconforta.
¿O es qué todo lo que has dicho no deja de ser una conjetura
o una ávida reconstrucción de los hechos
o una manera de legitimar una mentira,
porque eres otra presa del olvido
y herido por el sol en el costado,
se han calcinado todos tus recuerdos?
No hay nada,
te cuesta trabajo creer que no hay nada.
Regresas para buscar en ti algo que permanezca
y compruebas que lo único palpable que posees,
ahora que ya es tarde y tienes sueño,
es el cuerpo de una mujer que no puede dormir
y te espera en otro cuarto.
Dejas la pluma que habías tomado para escribir eso que no alcanzas a fijar,
apagas en silencio cada una de la luces de la casa
y el desasosiego no se extingue por completo.
Quisieras continuar pero ya es tarde.
* * * * * * * * ** * * * * * * ** * * * * * * * *
En soledad he aprendido a lidiar con la ceniza que han dejado los veranos.
De noche he aprendido a no dejar que mis palabras se consuman por el fuego.
Por este oficio de sombra
puedo soportar esta ciudad que llevo a cuestas.
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Que el sol y su recuerdo no te tuerzan los labios,
su amargo madurar escupe aquí.
Deja que su aguijón cante para los otros
la luz de su ponzoña.
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No hay nada como estar lejos,
caminar las calles donde nadie te conoce.
Es bueno no causar ninguna impresión,
a lo mucho verán en ti,
cuando vienes a sentarte en la mesa de un café
a otro más que pierde el tiempo.
Aquí todos se ocupan de sus cosas,
así que no existes para nadie.
Y cuando crees encontrar reposo en el anonimato
hace falta que un rayo de luz toque tu vaso de agua para que estés alerta.
Hay una marca en esa luz que te recuerda de dónde vienes,
una señal que te advierte no olvidar que te persiguen
y que el verano ha de recorrer una a una las ciudades
para encontrarte.
Sabes que para ti ya no hay descanso,
que la condena es esa luz que todo lo somete,
que ha convertido tu cuerpo y tu memoria en una herida,
en una profunda quemadura.
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Vienes a tomar posesión del desencanto,
a estrujar hierbas marchitas,
en esa tierra que se desmorona entre tus manos.
Vas quebrando los vidrios de tu desesperanza
pero en su lugar levantan muros.
Has venido a pelear una guerra perdida
en una tierra desolada no hace mucho.
Has querido recuperar anhelos que el sol ha consumido,
cuartos que guardaban para ti la oscuridad
o aquella sorda luz de los altares.
La áspera desolación de los caminos
es la forma en que tu alma se dirige al encuentro de su ruina.
Todo lo que buscas está lleno del polvo
que cubre la verdadera imagen que tienes de las cosas.
Te aferras a reconstruir un paisaje
y ese oficio que te aparta de la luz,
esa arquitectura del desastre,
es otra manera de mantenerte a flote.
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La fiebre es el verano del cuerpo,
deja quebrado el árbol que nos mantiene en pie
y hace nacer una flor de sangre entre los labios.
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Aquí siempre es verano
aunque nos digan que las estaciones llegan y el año acaba.
Allá siempre es verano
lleno de voces y plegarias no atendidas.
No pretendía volver o que el verano fuese el paraíso,
ni siquiera ser la piel del sol abatida en los cristales.
Pero he caminado las calles,
he fundido mis suelas en sus banquetas
y cobrado una cuota de sol como la infamia.
No pretendía volver y sin embargo
mis ojos van al encuentro de esos días de enseñaza y de golpiza.
Aún hoy me escondo a fumar,
porque sé que aunque se crezca,
siempre hay alguien que vigila.
No pretendía volver
pero me siento en esa mesa a donde acuden,
en menos de un año, cuatro muertos.
No es increíble que la muerte se haya molestado en recordarnos.
No pretendía volver y sin embargo
una llamada, un noticiero, algún periódico
me traen de vuelta a la masacre
y camino hacia una hora menos en el tiempo.
No pregunté por qué allá siempre es verano,
nacíamos con él en la mirada y sin embargo
un temporal de oscura gracia nos seducía.
No pretendía volver, pero no basta pretenderlo,
el verano emana de mí y todos los caminos se tuercen en su polvo,
toda esa es luz es un puño que se rompe en mi memoria.
* * * * * * * * ** * * * * * * * * *
Voy a darle vuelta a la página de los incendios,
a levantar la pluma de esta hoja que la luz ha despertado,
a oscurecer con un golpe de mano esta flama que se consume a sí misma.
Voy a quedarme quieto.
Voy esperar la estación de nubarrones y mañanas frías.
Voy a guardar silencio.
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