jueves, 19 de noviembre de 2009

Poemas de Luis Alfredo Gastélum – México.

Luis Alfredo Gastélum (Sinaloa, 1982). Ha publicado en diversos medios impresos y en paredes, dado ponencias por aquí y por allá, fue Primer Ministro de la Revista Magín. Estudia lengua y literatura de hispanoamérica en la UABC. Es autor del libro Santa Maguana Motel (2008).Sobrevive en Tijuana desde 1993.


HOMÓNIMA.
Por Luis Alfredo Gastélum.

La ciudad es homónima a la casa. Se asemejan incluso en el durísimo suelo que las fragua, en el olor a insecticida: capa del ambiente. A las dos las bautizaron un día que llovieron astros como puñaladas, un día que un dios subió a la tierra para ahuyentar zopilotes. Se asemejan porque siempre hay toque de queda, y apenas suena la trompeta, se sacuden las sábanas, tiembla el sueño.
La ciudad es homónima a la casa, el nombre es lo de menos.

CAMPO MINADO.


Tiemblan mis tobillos, sangran. También caí tres veces como Cristo o Maradona, también hirieron mis costillas, destruyeron mi blindaje.
Hay un alambre de púas en cada paso reprimido, ¿qué resquicio ha de cruzarse cuando la puerta es una sucursal de dudas? ¿qué baldío ha de habitarse si un baldío precede a otro?
Algunos dicen que en cada metro de vida hay minas que estallan con remordimientos, otros como yo, huimos de los campos minados porque prohíben la entrada a bailarines.



LA TIERRA.



“¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?”
Aldous Huxley.



¿Acaso el rumbo de los pies simula una adicción a ser tragado? ¿A dónde lleva la paciencia si el río que antes rebozaba es un esqueleto que acostado se precisa?


Las caras de esta urbe se reencuentran en el sismo, en la carencia, en el ferrocarril que cruza en medio de las calles como un recipiente de sardinas y hace del paisaje un crimen logrado en arribos y huidas.


¿Acaso el fin de esta caminata es un tache en el recuento? ¿Acaso nuestra casa se despojó del techo para que viéramos el óleo gris de las alturas?
Ciertamente hay un elemento fijo que a los habitantes nos disgrega, es la tierra.

TODOS LOS DÍAS.



Todos los días inicio cuentas regresivas, camino rumbos circulares, por las noches mi nombre sigue siendo el mismo.


Todos los días corrijo testamentos, no es fácil morir a martillazos día a día, besar una mujer imaginaria y ser correspondido.


Todos los días ando descalzo y tengo miedo, hay agujas verticales esperándome en la alfombra, kamikaze en el aire es mi pensamiento.


LA SONORA DINAMITA.
L
A Calle Segunda es su fosa común.
Sobre el pavimento caracoles y bestias
la amalgaman
obstruyen su paso
no saben
La Ciudad tiene su olor.
El vilipendio almacenado de su gloria
ruge tras las cerraduras
de bares que conservan
su perdón en cuartos fríos,
ella
toma siesta en cuna de orfandades
boleto al epicentro
anda por ahí
como un Quijote

nada importa
en La Estrella explota La Sonora Dinamita
ella tiene ganas de bailar.



CANONIZADA.

MORENA sensual oleaginosa,
en sus dread locks cruje la anécdota
piojos sin rumbo y veteranías,
su oreja no es buzón de sugerencias.
Cadáver de su paso, la catedral
no le admite las sandalias,
en su brújula de orín
rumia el calor de su aridez
como Maria Egipciaca abre los brazos al candor

canonizada,
sella su desierto,
marca territorio,
reduce a polvo libertades:
partos ambulantes donde nace su verdad.

martes, 10 de noviembre de 2009

Juan Yanes – España.

Juan Yanes – Islas Canarias / España.


LAS AMOROSAS CRUELDADES.


A veces hablábamos con una pasmosa crueldad despojados del beso en esta ventana abierta a la noche cuando me odiabas más y rompías los bordes las orillas a las que yo arribaba después de un hipotético viaje a descansar muerto de hartura de ti esperando con las carnes abiertas ya vencido a que bajaras al fin los labios a comer de esta memoria débil de algunos momentos de placer que recuerdo como puñales o palabras con las que olvido la piel sobre la que escribo esas ínfimas prolongadas quejas que hablábamos como pequeños quejidos que se van juntando en los días siglos eras geológicas quejitas del tiempo de la vida tan terriblemente próximo tan corto tan pegado tan vasto lejano que tú ya no puedes manejar a tu antojo como cuando reinabas sobre los mares de las ventanas que son el deseo que no se alcanza porque estamos encerrado en casa definitivamente para destruirnos mejor ahora que es el orto del cuarto menguante y todo está despojado de besos de los crueles besos de los que hablamos a veces.


REALIDAD SÚBITA.



Había un reloj que cortaba el tiempo detenido de los relojes. Una calle insomne que atravesaba las demás calles. Un río dentro de otro río por el que pasaban infinidad de ríos menores, vacíos. Una lágrima en un llanto que lloraba lágrimas. Caras enmascaradas con los ojos fijos dentro de caras enmascaradas. Había un continente sin fronteras que terminaba nada más empezar. Una pared maestra invisible que sostenía el universo. Había una tela de seda cuya trama se extendía hasta más allá del horizonte y caía como un arambel. Había un soldadito de plomo montado en un globo que sustentaba el aire. Los jardines estaban llenos de jarrones con flores marchitas y palomas ausentes. Había escalones sin escaleras y sin rampas para subir. La vida entera estaba escrita en un libro sin páginas que pasaba un niño inmóvil, como una melodía de silencios en medio del vacío. Todo parecía detenido por la ausencia del deseo. Entonces sucedió. Subimos y había desaparecido la ciudad.


UNA IMAGEN BORROSA Y UN REFRÁN.



MUJER EN LA ACERA.


Una mujer joven está parada en la acera esperando que se encienda el semáforo para cruzar por el paso de peatones. Le tiemblan las manos de forma tan ostensible que es imposible no mirarla. Es consciente de que la gente la observa. Baja aún más la cabeza que ya lleva baja y trata de ocultar el temblor de las manos agarrando con fuerza un bolso a la altura del vientre. Lo abraza. Sigue temblando. Ahora cruza a toda prisa, corre. Del bolso asoma, por un costado, un trozo enorme de dolor.


101 PÁJAROS.

ESCÚCHALO AQUÍ:


Esta mañana, tenía un pájaro en la mano. Lo apretaba como si fuera un tesoro palpitante. Pero preferí ver los cien que pasaban vertiginosamente volando sobre mi cabeza y lo solté. La ciudad está llena de imágenes vertiginosas de pájaros que vuelan en libertad condicional, de pájaros que vuelan en medio del dolor, de sombras que se esconden, de seres que caen por la pendiente, de criaturas que se resisten a ser atrapadas, como los precarios pájaros de la mañana.