lunes, 22 de febrero de 2010

Poemas de José Garés Crespo.

Siempre es grato encontrarse con un nuevo libro, y lo es más, cuando te identificas con esa voz del escritor, quien te susurra sus emociones, su tiempo, sus abismos, sus desvelos desde la ausencia o desde el desamparo.

José Garés Crespo nos regala un libro de poemas que son su realidad, sus reflexiones, sus amores, sus dolencias y sus caminos, según sus propias palabras:

«Un intento de, utilizando las palabras que usan unos cuantos millones de seres, y habiendo pasado por caminos transitados por otros tantos millones, hablar de algunos sentimientos propios manteniendo la quimera de que alguien me entenderá. Una manera de forzar las palabras intentando sacar nuevos jugos»


Del Prólogo.


En Material de derribo encontramos el lado oscuro de la vida del poeta y el lado claro que nos hace leer una y otra vez la mayoría de los poemas porque son un estímulo para nuestro corazón y para nuestro sentimiento. Pero hay que decir enseguida, para que no haya duda, que Material de derribo es sobre todo y ante todo un fascinante libro de amor y sobre el amor, todo envuelto en una reflexión cívico-social-política.

La poesía para José Garés Crespo es «un intento de, utilizando las palabras que usan unos cuantos millones de seres, y habiendo pasado por caminos transitados por otros tantos millones, hablar de algunos sentimientos propios manteniendo la quimera de que alguien me entenderá. Una manera de forzar las palabras intentando sacar nuevos jugos».

Material de derribo no es un libro uniforme, como un buen museo, tiene piezas más valiosas que otras, todas de primer orden. En este sentido este libro puede parecer una antología donde se aprecia la evolución del poeta. El libro se podría resumir, en su faceta culturalista con estos dos versos:


«Ya ves, te fuiste con Janis Joplin

y regresas con Albinoni»


Material de derribo es un libro vendaval, es como si el poeta hubiera estado mudo, preso o maniatado (como evidentemente estuvo), como si hubiera perdido demasiado tiempo en la política, olvidando a la poesía que golpeaba en el pecho del poeta, como si hubiera deseado escribir y no hubiera podido hacerlo. De pronto, libre de compromiso político y social, sin ataduras (solo con las del amor), reflexiona, expulsa –vomita– todo lo que había guardado dentro.

Donde hay amor no puede haber degradación, pero puede convertir lo negativo en desengaño y puede resaltar la carga maldita que hay en la mayoría de los poemas de Material de derribo. En todo poema, decía Jorge Guillen, hay un lado maldito, como hay un lado bendito. El libro conecta, para bien o para mal, con la historia de la poesía del siglo XX: con el magisterio de Juan Ramón Jiménez o el de don Antonio Machado, la poesía amorosa de Neruda, la sombra de algunos miembros de la Generación del 27, un ramalazo de Celaya o Blas de Otero, la presencia de algunos «novísimos» y de la de los del 50, y una aproximación a la poesía de la experiencia, hasta conectar con algunas de las corrientes del recién nacido siglo XXI. Sobre todo en el libro hay una especie de complot para, a veces, desestabilizar al lector, complot que choca con una fuerza que arrastra hacia alturas y profundidades insospechadas y una sorprendente y casi irritante energía, vigor y fuerza. Material de derribo está tocado de esa luz cegadora, milenaria y mágica de los que viven en el mediterráneo, sin olvidar una de cal culturalista y otra de arena popular.


Vengo del mar, porque todavía nos une

su envoltura, y el empuje de sus olas

me recuerda el tacto de tus pechos.

Pero no de un mar, no... hablo de nuestro mar,

del único, en el que tantos dioses

han sido vulnerados por el tiempo

y miles de naufragios de soles reposan

en brazos de la luna...


La poética de José Garés, según sus propias palabras, podría sintetizarse en «Háblame de lo que quieras, pero sorpréndeme y descúbreme nuevas formas de mirar, con las que pueda hacerme cómplice». El poeta, no importa el desencanto, las puñaladas, las cárceles y las sentencias, o precisamente por todo esto, sigue esperando a Godot y aunque silba a lo lejos el tren en el que puede viajar, el tren nunca llega. En su espera el poeta tortura a la Poesía, la maltrata, la exprime, le imprime un nuevo brillo y la Poesía se deja, lo agradece y vemos una gran complicidad entre los dos.

La poesía de José Garés es un testimonio, un testigo de la biografía del poeta que va desde su época de inocencia, pasando por su época de compromiso social, para terminar en el otoño de su vida en una reflexión sobre la palabra y la filosofía de la vida, sobre el amor fogoso y arrollador, sobre la vida de tantos a la vez que la suya. Material de derribo «intenta ser también –según palabras del poeta– una reflexión poética sobre algunas circunstancias sociopolíticas y culturales de una generación que apostó fuerte por el cambio y que ahora se siente parcialmente fracasada».

En la poesía de José Garés observamos tradición y modernidad, un lenguaje de cotidianidad que el poeta mantiene en una conversación consigo mismo, con la amada y con todos nosotros. Es una poesía barrocamente desnuda, lo que no deja ser un oxímoron. Poesía difícil a veces, deslumbrante siempre, rica en imágenes, contenida en la música, controlada en el ritmo. Como la poesía que perdura en el tiempo, cuenta lo de siempre, pero con «distinta agua», aquí sería, en ocasiones, con distinta mala leche. Una poesía que hace lo viejo nuevo y lo nuevo viejo.

Lo único cierto es que un día,

como al bies de nuestra historia,

me iré sin rumbo.


Juan Ramón Jiménez lo había dicho: «...y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando /; y se quedará mi huerto con su verde árbol /, y con su pozo blanco».

Hemos tenido que esperar muchos años para que el poeta, libre, volviera a sus raíces. Y «aunque algunas ideas o imágenes sobre las que se traban algunos poemas, vienen casi de mi prehistoria, en tanto que poemas más o menos elaborados todos han tomado cuerpo el último año. Pero ya se sabe, la memoria y la experiencia son vasos comunicantes y sabes donde empiezas pero no donde terminas.» Nos dice el poeta, y confiesa: «He amado y me han amado.» Y con Lope de Vega, que tanto sabía de esto, pues lo probó y lo supo, coincidimos en el amor del poeta y del sorprendente resultado de este amor.

Material de derribo es un libro extraño, esquivo, vivo, un libro edificado y hecho con nobles materiales de derribo que entronca con la tradición y con la modernidad: «Porque amar y hacer versos todo es uno; que los mejores poetas que ha tenido el mundo al amor se los debe». Y aquí tenemos uno.

Si en el atardecer de nuestras vidas seremos examinados en el amor, Material de derribo es un libro que nos puede salvar. (Prólogo) Hilario Barrero Díaz.


POEMAS.


POR QUÉ PLATÓN EXPULSÓ A LOS POETAS DE LA REPÚBLICA.

Deja de perseguir el lugar

donde aún florece la rosa tardía»

Q. Horacio Flaco.

Con el otoño llega el tiempo

de ordenar los vacíos y la palabra.

Si al menos, al final de la aventura,

volvieran, fugaces si quieres,

la sonrisa y el asombro,

tal vez, entonces, tuviéramos un respiro

en esta larga caminata, hoy sin norte,

siempre de vuelta, sombra de la luz.

Deberíamos, un día de estos,

hablar del obligado exilio,

de la nostalgia y las mareas,

antes de zarpar hacia el desarraigo.

EN LOS ESPEJOS DE PESSOA.

«Nuestro sentimiento busca sostén

en aquello a lo que él da forma».

Robert Musil.

Ligera como el recuerdo,

veraz como el humo,

tanto te deseé que apareciste

y fuiste la sal gorda de mis sueños.

Nos hicimos invisibles, de tanto como

adelgazó nuestro presente.

Súbitos espacios exhaustos,

como la mala hierba, vuelven

pegados a las vertientes de tu monte,

a la indecisión de tu perfume.

Sí, vuelves, siempre vuelves,

medrosa y confundida,

conquistada por el castigo,

y no sé qué hacer con estos labios míos

que se niegan a besar otras pieles.

Ahora, entre tú y yo, hay un cristal tenue.

ORIUNDOS DE CAMELOT.

«Lloro por mi padre, aquel buen viejo

que siempre me amó».

K. Kavafis.

Hace algún tiempo... sí, hubo un tiempo,

cuando tu nombre todavía me convocaba

y mi piel respondía atenta a tu mirada,

cuando el reverso de tu voz era el requinto

y un amor verano la máscara perpleja.

Entonces, dicen, creamos las referencias.

La perplejidad del desnudo en la sacristía

y la bendición del cordero pascual eran

como el último sustrato de tu mano tendida.

Hubo muchas caricias recurrentes, redondas,

con la mirada simple, la vida sin orden, sin causa.

Y nos precipitamos, como de rodillas,

hasta saber que somos más que múltiplos.

Unos años de complicidad y un largo exilio

fueron la tumultuosa mutación de nuestro origen.

Hubo que ensanchar la pena para que cupiese el llanto.

Tuvimos secretos comunes y mitos personales.

Ahora sé de tu última verdad, la que ganó el frío,

la fantasía que encontró soluciones reales

frente a la quimera de apresar el presente.

Ambos queríamos llegar a la tierra de nadie

y dimos media vuelta, para seguir mirando al frente.

TAMBIÉN FUIMOS FUGITIVOS.

«¿Quién nos calentará la vida ahora

si se nos quedó corto

el abrigo de invierno».

Claudio Rodríguez.

Nunca supimos

dónde encajaba nuestra historia

y la factura de lo tierno

fue el reverso de las llamas;

puede que también la revuelta

del guiño y la molécula.

Lo cierto es que compartimos

tiempo y referencias

y algunos éramos,

en el circuito nocturno de la sed,

la vela de la esperanza, la quilla de la pasión.

No hubo premisas,

solo un futuro huérfano,

unas miradas ajenas,

vacías y necesarias,

que nos hicieron olvidar

nuestras noches en precario.

Tiépolo en el recuerdo,

Kandinsky en la solapa

y el abrazo a tientas,

desarbolando bagatelas

y jadeando, repoblando los páramos

inhóspitos de líricos insultos.

Aun así, cada caricia abría una ausencia,

un eje vertical en la materia,

un último riego a la vida

y un aporte al efímero orden

que inauguramos;

incluso al latente vértice

del manifiesto que vivimos.

En verdad fuimos tan niños

que abortamos el dolor de lo nacido,

del collage obsceno sin volumen ni contexto

de un nuevo torbellino viejo,

saqueado y maltrecho.

Mayakovski nos dio el sable,

Max Planck la luz,

y ahora tú reivindicas la esperanza.

Qué más da cómo me sientas.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Poema de Abril Medina. México.

Abril Medina nació en Guadalajara, México en 1985. Poemas suyos aparecen en revistas como “La voz de la esfinge”, “Residentes Chapalita”, “Masmédula” siendo parte del consejo editorial en ésta última. Catálogos y exposiciones dentro y fuera del país del pintor Luis Medina. Catálogo del pintor Federico Navarra y calendario de Carmen Bordes 2003. Publicaciones Colectivas: Antologías “La palabra clandestina”, “De tanto contar IX”, “Antología de escritores Jaliscienses”, “Antología de poesía eucarística” siendo la más joven de las participantes en los mencionados. Graduada del diplomado en literatura de SOGEM escuela de escritores.

Un poema de Abril Medina.

Fuente: Boletín de escritores mexicanos.

Te han dicho que la sobriedad es un regalo y no un precio
que entender el cauce o germen o topografía con la cara inválida
siempre apegada al natural estado de sus músculos
es la forma correcta de percibir las cosas
que los cálculos exactos y su organizada noción del infinito
justifican esas ganas de sacar la cabeza por la ventana
auto en movimiento
y descifrar la ecuación
cuántos minutos a ochenta kilómetros por hora
qué distancia antes del golpe con otro carro
justo ahí donde te metieron que todo es serio y legislable
justo ahí
medir la probabilidad de que sea boca o nuca

te han dicho que la estabilidad atiende a una necesidad más básica que el alimento
[o la violencia
que tomar un café todas las mañanas a la misma hora es saludable y seguro
o invertir en lentes que prometan mantener tus ojos fijos en la realidad más pesada
más precisa
para que te ahorres como toda persona inteligente
los comentarios más vulgares
que la erudición se esconde bajo un rostro siniestro
y la evolución consiste en desechar el impulso
esas ganas de ponerte tan ebrio
que las ratas y los basureros funjan de interlocutor
o te abraces a un semáforo y cierres los ojos y los abras
jugando al azar con el verde con el rojo
y olvides inmediatamente cuántas veces aparecieron
no sepas qué color ha ganado y en la confusión decidas que odias los semáforos

[y de paso los autos
te han enseñado una selección estricta de buenas actitudes que se resumen en la misma
coagular tu carácter hasta formar un engrudo muy tranquilito
con apariencia de espécimen sano
de buen ejemplar en sociedad
muy quietecito y con facha de genio
hay perros brillantes que nunca ladran y a veces
imaginas desde tu elegancia cómo sería oler el culo de la señorita dispensaria
o el joven que reparte comida china a domicilio
eres muy educadito
se te nota
sobrepeso de mentiras

pero te han dicho que la sobriedad
el vocabulario responsable y adecuadamente pronunciado
la jotería de disculparte cuando expresas tu opinión
y que brillen los zapatos
y los grados de un triángulo siempre son ciento ochenta pero jamás de alcohol
eso no, muy mal
aunque tú piensas en triángulo y en tu mente aparecen tres mujeres con las piernas
[abiertas tocándose los pies y sus vaginas ardiendo a cuarenta grados
pero no, muy mal
faltan números para que la metáfora sea conveniente
y la ciencia ha dicho que los animales ven en blanco y negro
así que no lo dudas
no lo cuestionas
es más digno repetir que no conocen el morado
a concebir tres mujeres en combustión sexual a ciento veinte grados de ninfomanía
[triangular estas jodido
bien jodido
eso no te lo habían dicho.

sábado, 6 de febrero de 2010

Poemas de Alfredo León Barcelo. Cuba.

Alfredo León Barcelo. Cuba.

Pinar del Río, San Cristóbal, 1969. Poeta, escritor y ensayista. Graduado de Maestro Primario. Cursa la Licenciatura en Informática. Ha obtenido premios en varios certámenes

literarios, su obra aparece publicada en diversas revistas de Cuba. Tiene varios cuadernos

de poesía inéditos.

Postales del naufragio.

A Francisco y Roselia, mis padres.

A Midiala y William, por la sangre compartida.

Cuando comprendió que se le iba la vida, se encerró conmigo en nuestro cuarto del patio, para estar juntas hasta el final. Lentamente, para no apresurar la muerte, se lavó con agua y jabón para desprenderse del olor a almizcle que comenzaba a molestarla, peinó su larga trenza, se vistió con una enagua blanca que había cosido en las horas de la siesta y se acostó en el mismo jergón donde me concibió con un indio envenenado. Aunque no entendí en ese momento el significado de aquella ceremonia, la observé con tanta atención, que aún recuerdo cada uno de sus gestos. Isabel Allende

Voy a cantar a los pájaros blancos

en las aguas

azules del cielo

a las nubes

que son

como la espuma al mar.

Ezra Pound.

El Apocalipsis según un cuadro de Modigliani.

Cerca del ruido indefinible de este pincel

que ahora repite los trazos sobre la sombra de madame Zborowska

duerme una hija.

duerme sobre unos anillos que la noche engendra

cada nueve noches continuas

una hija o un alma desafiando aquellos gritos que hace el pincel

tan cercanamente duros

porque la noche engendra la nieve

y la nieve los anillos

que brillan por los pasillos

de la luna

tengo nueve cortinas de pasos breves de pasos evaporados

rompo mi grito cansado por su larga puñalada

doy un centavo a la nada que lo devuelve embrumado

de tanto miedo porque una vez más el pincel

fue el rostro inconcluso de la muerte

y el lienzo tiene su olor dentro del sueño

señora de adoquines con su cansancio a cuestas

el lienzo tiene un aire de papel que muere al descubierto

y daña los ojos antiguo aire del Apocalipsis

que pierde los dedos junto a la entrada del paraíso

una vez más la hija desdobló el espacio entre la cruz y la espada

buscó los antiguos sellos

sostenida de pie en medio del trono

y de los cuatro vivientes y de los ancianos

un cordero como degollado tenía siete cuernos y siete ojos

que son los siete espíritus de dios enviados a toda la tierra

y se acercó y tomó el libro

de la mano derecha del que está sentado en el trono

cuando lo tomó los cuatro vivientes

y los veinticuatro ancianos se postraron delante del cordero

porque la señora muerte se impacienta y madame Zborowska

queda intranquila sobre los mármoles blanquísimos

la hija es una sombra

una historia real al término de estos días ocultos

bajo otro aire y otro lienzo donde el pincel no muera

la hija dentro de una ciudad distinta

que silva al viento su más triste quejido

la hija duerme en el sueño de un instante

es un vaso triste solo en una mesa vacía

donde Modigliani explica que busca a dios en cada escondrijo

porque amada sea la misericordia

en todos los recuerdos del polvo

más que el ruido indefinible la hija es un sueño

y su sangre es piedra que se muestra

iluminada

sus manos quedan quebradas

buscándole trozos de hiedras

ya la vida le salta como un ábaco

donde los números son cuerpos en su más humilde resonancia

porque yo se que de noche su sangre es piedra

yo rompiendo en dos sus luces

yo me acerco a viejas cruces tan antiguas sus heridas

tan desoladas

perdidas piedras-manos para que uses como una tabla

en la más oscura tormenta cuando clamas por dios

y en medio del silencio dices: escuché de esa voz su sentencia

era la inminencia de un decir no dicho

de un no-decible que se dicta cuando todo muere y solo queda el pasto

tan parecido a la última resonancia de este pincel torpe

inadaptada la hija porque tomó el libro y abrió sus sellos

porque he sido degollado

ahora que en mi cuarto la nieve hace sus gritos más oscuros

sus danzan recuerdan aquellas cantatas antiguas como la fiesta del odio

debe existir un sitio donde los colores formen un arco iris

que haga temblar los recodos más íntimos de la muerte.


Dando gritos hasta morir de frío.

Un lugar pegado al suelo casi sin aire falso

gris y seco

tengo en este cuarto

no puedo sentir lo que se acerca silenciosamente a través de las puertas

comienza la noche mía en el dolor del sueño

no amanece dentro del agua un huerto de flores

tampoco cerca de la fuente el agua es clara

porque el invierno ha llegado temprano al jardín

pero no me preocupo yo miro como el mundo rompe sus espejos

un lugar árido

una coordenada desconocida algo que no le sirve al alba ni a la luz

que ahora forma colores sosegados

un lugar dentro de la carne y la sangre

dentro de este pan los juramentos

ah señor los juramentos

perdonamos señor la gloria y el camino aunque nadie estuvo en el puerto

regalando pañuelos

dando gritos hasta morir de frío

ahora el puerto queda silenciado por la nostalgia y la tristeza

que nace siempre cuando el llanto desarregla los espejos

y no sabemos perdonar

porque el perdón es la suerte de los dioses

que no odian a los pecadores que se martirizan implorando

por un lugar desconocido

adonde no llegan las migajas de este pan horrible

pan sin el peso adecuado

pan hecho con las cruces de la muerte

porque la ciudad sabe que va a morir

la cercan sus mármoles corroídos y el sueño del agua

la cercan los silencios que golpean a los hombres

que saben que van a morir en este invierno

dando gritos está mi sueño

dando gritos que algún día serán escuchados más allá de los portones y azoteas

pero cuando vuelva contaré los ladrillos camino a casa

daré de comer a los ratones que ahora veo morir tristemente

afuera existe un cielo muy blanco muy áspero cielo debajo de las sombras

de esta noche durísima.


Nuestro dolor es demasiado grande ahora.

Yo he querido ver el rostro que delimita mi sombra

el rostro del agua

ahora que todos ya se han ido con su cánticos a devorar lo poco

que ha dejado la nada en su huída

mis fantasmas reposan intranquilos en la calle

ahora el viento golpea las banderas

que se aferran a los sueños de ser granito

o mármol

de ser héroe o un simple pianista lleno de humo

mis fantasmas preguntan por el silencio que ahora existe

los árboles moribundos consuelan al fuego

el humo salta desaparece el verdor del verano

mis fantasmas modelan sus últimos trajes

sus rostros dibujan la mueca del reloj

todo se evapora

hasta las azoteas llega el fuego

es triste el camino dentro del reloj porque yo he querido ver

que límites existen entre mi sombra y las nubes

entre la muerte y este muro que ahora se llena

de hierbas oscuras y antiguas

pero la lluvia puede purificarlo todo

aunque la muerte siga ahí

agazapada muerte

lejano rumor del miedo

todo se evapora en las altísimas tribunas donde el odio se da la mano

con este cuerpo carcomido lleno de hormigas está

donde antes vivió el espejo con sus extraños ecos

mortificando a los peces que desovan sus huevos

en la escarpada costa

el mar es enemigo

sus olas rompen la vela

ya las redes están puestas algo caerá este invierno

algo que nos llene el estómago

líbranos del hambre Oh madre

los delfines mueren acosados por mis fantasmas que han dejado de hablar

con su lenguaje extraño

algo caerá madre mía mi mujer frente al fuego y el árbol

que muere lentamente

mi mujer sabe de memoria los caminos de la llanura

cambió su lámpara por dos panes desconocidos

amargos panes sobre un plato lleno de cruces

sabe que los demonios me visitan cada sábado al atardecer

encuentro en ellos todo mi esplendor

crucificando aquellas mariposas ya muertas por el polvo

los demonios danzan alrededor de la mesa

una transparente sopa los espera

todo es augurio de mala suerte porque los relojes descubren sus enigmas

y puedo nombrarme río hasta la medianoche

encuentran el escudo que agoniza

con su estrella bocabajo porque nuestro dolor es demasiado grande

nada escapa en este instante donde la memoria no puede pedir perdón

en el pañuelo doloroso de la angustia

la angustia es el consuelo de los que faltan a la mesa familiar

dentro del pecho tienen sus más enamorados sueños

sus más felices recados

pero los demonios conocen el río que soy

ahora que la medianoche me espera palpando aquellos tonos del olvido

encuentro siempre a los pecadores y militares

a pesar de todo

no romperé mi vela aunque la barca transite entre rocas filosas

yo también quiero ver a dios

su rostro transparente me hace descender al sueño

no romperé mi vela

ya los náufragos han vuelto cargados de baratijas

porque nadie será condenado

cualquiera puede venir a la fiesta para crucificar a las pobres mariposas.


Yo he conocido el odio y la podredumbre.

el rostro se balancea sobre la cuerda

es tonta mi locura

apenas un agujero y su corazón se desarmó en pedazos

la maleta rota rotos los zapatos

los gorriones comían sumergidos en el más absoluto mutismo

yo he conocido el odio y la podredumbre

apenas un agujero

tendido el corazón sobre el asfalto

porque volvieron los verdugos a mutilar su cuerpo

hachas afiladas cortaron sus venas

mucha sangre en mi vaso

frente a la virgen que lloraba

apenas un agujero y la oscuridad alcanzó la calma

frente al camino que ha domado mis pasos

afuera canta la muerte

lejano a ella mi cuerpo frágil rozó sus labios

espero encontrarme a salvo

donde estoy no llegan las mordidas del odio

a veces la muerte mira hacia los lados

frente a ella el espejo se puede romper en muchos pedazos enormes

dónde aparecerá el camino más oscuro

ahora todo me parece vacío desde este balcón

el cielo se ve más cercano a pesar que las luces aparecen y se marchan

inventando nuevas derrotas

afuera la ciudad muere gracias a los golpes afrontados

rápidas escaramuzas cuidado que el camino puede ser inútil

al amanecer

apenas un agujero por el escapan los espíritus

los demonios

fustigando aquellos pájaros mudos

apenas un agujero donde esconder el hambre.