Lo que ocurre en mi temblor no ha sido dicho.
Sismo bisiesto e inútil que a nadie convierte.
No importa, no es indicio.
Pero sucede.
Martirio intransferible, peste del origen
ha ladrado en mis costillas,
alimenta un habla de adversarios.
Así consta en informes de hospitales extranjeros,
expedientes de incapacidad,
cartas de la madre pidiendo perdón :
_ la niña no puede
_ la niña no sabe
_ la niña jamás podrá
Una sed trágica me deslava desde el nacimiento.
Nunca se han podido leer las líneas de mis manos,
mi futuro es movedizo, mis esperanzas inaprensibles.
Si en vez de tenazas entrampadas
mis brazos terminaran en bellos muñones,
-dignos de forjar un hogar al final del viaje –
quizá podría agitarme desanclada,
sin pudor lamer el café volcado sobre la mesa,
omitir que el tenedor me raja las encías,
que agujas atraviesan mis uñas.
De pronto cedo
a una identidad perseguida.
Me traduzco lentamente en el poema,
construyo el espacio de una estructura
que dicta infortunios, me describe desplegada, informe.
El poema estuvo en mi temblor desde el principio,
desde el fin del principio,
cuando crecía y destruía a la vez.
Por el poema soy acertijo,
cavidad tupida de mapas.
Mi caligrafía es extensión de una invalidez boreal,
soy ilegible, existo cuando otros ayudan a deletrearme.
Pero, reconozco, si no temblara no escribiría;
si no me repudiaran
me habría diluido en papeles difuntos,
no sabría remontarme,
adusta, insolente.
(De Verbos Predadores 2006)
2 comentarios:
Precioso poema, delineado con el sentimiento de la caligrafía hecho verbo...
saludos...
te siento
Tambien surge el alma en nuestros dedos... Garabatos que somos nosotros.
Un abrazo!!!
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