miércoles, 23 de abril de 2008

ALEYDA QUEVEDO ROJAS.

ALEYDA QUEVEDO ROJAS

(Quito, Ecuador, 1972) Poeta y periodista. Licenciada en comunicación social. Desde hace 10 años trabaja como redactora, editora y consultora de comunicación para el desarrollo, en diversos diarios del Ecuador y agencias de cooperación internacional. Actualmente es productora del Programa ENCUENTRO de Radio VISION, y editora de la revista DIALOGO para el Desarrollo Local. Ha publicado los libros de poesía: Cambio en los Climas del Corazón (1989) La Actitud del Fuego (1994), Algu- nas Rosas Verdes (1996) y Espacio Vacío (2001); Música Oscura (Antología, Cuadernos de Caridemo-Almería, Junta de Andalucía, España, 2004); en febrero de 2006

parecerá su libro: Soy mi cuerpo. En 1996 con Algu- nas Rosas Verdes recibió el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade. Ha representado al Ecuador en los más importantes Encuentros Hispanoamerica- nos de Escritores en Colombia (Bogotá, Montería y Medellín), Perú (Lima), Chile (Santiago), Argentina (Buenos Aires y Rosario), España (Madrid y Granada) y México (D.F. y Morelia). Su poesía se incluye en revistas como la de Casa de Poesía Silva, Bogotá;

Prometeo, Medellín; Hubbud magazine of poetry, Calapoo- ya a literary review, y Eye Rhime, todas revistas literarias de Oregon- USA. Recientemente sus poemas han sido incluidos en las antologías: Presencia de Grecia en la Poesía Hispanoamericana, Chile-Ediciones LOM; Antología Poética de las Mujeres en Hispono- américa: Pícaras.

EL AMOR Y LAS PIEDRAS.

El amor en ocasiones se vuelve insustituiblemente frágil

tanto que puede diluirse y perderse entre el oxígeno

Esta necesaria levedad es anillo solar que se pega en la lengua

inventando una ecuación de energía líquida

Golpe de aire que se repite pocas veces

y siempre tiene el rostro lleno de hielo

El amor fluye como la estructura de un bosque de cristal

su corte perfecto atraviesa montañas

Pero las piedras

siempre las piedras permanecen en el lugar del amor

Logran convertirse en la exactitud

que apenas la velocidad las supera.

NATURALEZA.

Y es de imaginar

que todo crece por dentro

como si una semilla volviera

a reventar en pleno desierto

y el sexo recuperara su imagen de fruto luminoso.

OJOS DE TESTIGO.

El viento histérico rompe mis hombros

Ópera que desmorona la contemplación

del desierto

y hace tambalear al saguaro

rey de cactus

Las horas larguísimas

caminan como pesadillas

Después

lentamente llega la calma furiosa

y el cielo del paisaje ocre

se limpia para dejar pasar

la más pura y metálica luz del planeta.

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