jueves, 4 de junio de 2009

Poemas de Geovannys Manso Sedán. Cuba.

Geovannys Manso Sedán. Cuba.

Nació en Santa Clara, Cuba, 1974. Escritor. En 1999 funda, junto a varios narradores del país, el Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. Ha publicado La soledad y otras mentiras (cuento, Ediciones Sed de Belleza, 2001); Las palabras ausentes (narrativa para niños, Editorial Capiro, 2006); Cifras de la muerte (poesía, Ediciones Ávila, 2006); Insomnios de la palabra (ensayo, Casa Editora. 2007); La isla inmersa (novela, Editorial Capiro, 2007); Violante (narrativa para niños, Ediciones Sed de Belleza, 2007). En novela ha obtenido los premios nacionales: Ciudad del Ché (2001); Fundación de la ciudad de Santa Clara (2006). En poesía ha sido distinguido con los premios Regino Pedroso y Raúl Doblado (2005); y el Premio de Narrativa Joven Reina del Mar Editores. 2007. Es miembro de la Asociación de Jóvenes Escritores y Artistas de Cuba. Textos suyos han aparecido en las revistas literarias cubanas Umbral, Videncia, Matanzas, El Mar y la Montaña, La Gaceta de Cuba, La letra del escriba, El Caimán Barbudo, Ariel, entre otras de Argentina, México, Nicaragua y España.


Cuarta memoria.


Ayer, frente a las ruinas, pude no haber sido quien oficia estas palabras. Fue torpe mi silencio y torpes también mis manos que no asimilaron la herrumbre. El temblor callado del metal urdía sus memorias, y escuché —entre susurros— ciertas y no menos provocativas confesiones. Ayer pude volverme. Decir: «todo me es ajeno y distante; todo, salvo la quietud del perro que olfatea su comida.» Créanme que ayer yo era un hombre triste ante las ruinas, un hombre que apenas le bastaba su falsa sapiencia de las pobres cosas, corrupto muy dentro de sí mismo; ambiguo por antonomasia.

¿Qué tiene la torpeza que nos ata?

¿Qué ostentación la del hombre si atesora ruinas?

Ayer pude zozobrar; erguir una vela sobre la torre límpida, pero mis manos se aferraban al metal, yerto de ternuras, aborrecible su quietud en la concavidad de nuestros ojos.

A mis espaldas la tempestad auguraba un tiempo en que todo fue preciso; y menos fiel la llovizna en cada hogar.

Ayer, frente a las ruinas, pude no haber sido quien oficia estas palabras, cuando

el temblor callado del metal, diluía sus memorias...



Sonetos donde la preclara luz conversa con su sombra.


¿Quién me observa aquí? ¿Quién, jamás, en algún sitio,

leerá estas palabras escritas?

James Joyce

Y sin embargo duele esta neblina

de redes, cual apócrifas verdades

yo me pierdo entre finas oquedades

que el hoy nos dicta y que mi voz declina.

...y sin embargo, el humo nos obsede

nos sumerge, nos cubre, nos desplaza

sin bridas, sin tiempo, sin coraza

más allá del mañana que nos quede.

Y tú sabrás nombrar nuestro mutismo

dictado por la férrea podredumbre

de unos años ajenos al temblor

qué nos queda, si en tu falaz abismo

significo neblina y no esta lumbre

Signo y verdad proscritos de color...


No temas a la muerte promisoria

o la daga que exalta mi destino

exonera el envés que en tu camino

hoy proclama esta línea divisoria.

No temas al candil, al sitio extraño

ni al padre que bendice mi batalla

pues el humo es tu rostro cuando calla

la página febril de todo engaño.

Hoy dicto esta palabra, esta mentira

esta ausencia de acordes que no fijo

más allá del obscuro acontecer.

Hoy ya mi sombra ante tu faz expira

y mi verso no es más que aquel sufijo

que signa el universo de tu ser.


Los molinos de viento muelen viento.

Raúl Hernández Novás.

Una razón habrá, quizás exista

lugar umbrío, ajeno a toda «mancha»

un sitio que valide la revancha

del Ser que nos proscribe con su arista.

Un turbio lodazal, una avalancha

de verbos, de sintagmas perentorios

una procesión de alquitrabes dorios

donde oficie el albatros su revancha.

Alejarme sin más de esta comedia

naufragando entre islas vesperales

que cifren desde el humo su tormenta.

Alejarme de mí, del Yo que intenta

ser bufo en este circo sin fanales

que nubla tu razón, y nos asedia...



Esos reyes del cielo, torpes y avergonzados...

Baudelaire.

Sobre la tierra: inerte, tu torpeza

ignota, si proscribe nuestro adiós

hoy postrera, cifrando en cada dios

este signo que invoca la pobreza.

Gravitante, tu rostro de orfandades

dignifica el temblor de toda cruz

semejante al resquicio que la luz

sobre el humo penetra en las ciudades.

¡No más orilla! Nuestro el espejismo

de torpes criaturas sin temor

a fenecer al borde de un alud.

¡No más orilla! Plena, la quietud

del pez oficia —yerto— su estertor

en todo cauce —yerto— su mutismo.


Abyecta la penumbra nos bendice

Si calla, la penumbra: qué temblor

de voces nos proscriben el temor

al unánime espejo que maldice.

Bástenos la duda, su rostro esquivo

allí donde adeudamos nuestra fe

inmersos en la Isla del por qué

inmersos en la ruina que derribo.

Otra será la casa. Otro el sufijo.

Otra la penumbra. Otro el laberinto.

Otra mano. Si manos anhelamos...

Otro humo bastará, si naufragamos.

Otro tiempo, que ajeno a todo instinto

ya no impida el abrazo que maldijo.

Geovannys Manso Sedán © Derechos Reservados.

( Del Libro IV CONCURSO BONAVENTURIANO DE CUENTO Y POESÍA / 2008)

4 comentarios:

Gabiprog dijo...

Estrofas llenas de fuerza, de vigor. Y algo estupendo iniciar algunas de ellas con citas de otros escritores.

Saludos.

Raul G dijo...

Gracias por ofrecer estas rimas que extrañaba sobre-manera. Nada es mejor en la poesia que leer de ella sus mejores rimas.

Eli dijo...

Hermoso. Desde montevideo ; uruguay

Eli dijo...

Hermoso. Desde montevideo ; uruguay