domingo, 1 de agosto de 2010

Poemas de Milton Medellín. México.

Milton Medellín. San Luís Potosí, 1979. México.

Poeta. Licenciado en Filosofía por la UAT. Ha publicado en las revistas subterráneas Nadie me piensa con barba, Quiero con el cerdo y Tensión Crítica; en la revista cultural local La balsa del náufrago, en la revista universitaria Uni 10 de la UAT y en Alforja Revista de Poesía. Ha sido catedrático en las materias de Pensamiento Filosófico, Filosofía Contemporánea, Filosofía de la Historia, Autorrealización en la UAT; y fue merecedor en el 2007 del Premio Estatal de Poesía Dolores Castro con el libro No cesará el desvelo. Actualmente es coordinador editorial de la Revista de Filosofía Metaxy de la UAT, imparte las materias de Filosofía de la Religión y Metafísica en dicha institución, y es docente en la Preparatoria Iberoamericana de Tlaxcala; trabaja en traducciones de John Keats, Thomas Merton, Tagore, y prepara un libro de Epigramas.


DECLARACIÓN DE AUSENCIA.


Por Milton Medellín.



<< Homenaje a Efraín Huerta >>



No es sólo la ciudad
ni sus pasos
ennegrecidos de tedio a media noche.

Tampoco la nostalgia de neón
colgando en almacenes
y antros.
Llanto fosforescente de la urbe
que clama su compasión
y su miseria.

Botellas rotas, no.
Ni su licor de baja cepa
derramado por el pavimento.
Ni siquiera la colilla de cigarro,
como mi corazón, tirada
en medio de la noche.
Apachurrada y negra.
Como mi corazón, alquitranada.

La planeación urbana de la carne
con sus calles de foco enrojecido,
la esporádica cita
que amenaza con volver a encendernos.
Podrían desfilar las amantes
por esta soledad citadina,
tampoco es el deseo.

Algo falta en mis manos
a pesar de que la ciudad es nuestra.
Algo atraviesa el costado de mi alma,
rompe la sangre en dos,
detiene inmisericordemente
el flujo de estos días con sus noches.

Hay una flama oculta en algún sitio
que esta ciudad condena.
Existe un corazón verdadero,
puro en su lasitud,
perpetuo en su bondad instantánea.
Permanece cerrado un tesoro,
un oro ensimismado y más brillante
que el sol de mediodía.

Un amor que conozco,
una mirada alegre que padezco,
una rara y misteriosa compasión
que se reparte al mundo
y no me pertenece.



BRAVATA.


Por Milton Medellín

Ya no debo escribir del amor,
sin embargo aquí estoy:
puliendo malos versos de pésimo augurio.
Hablando con lenguaje miserable
de la cosa más hermosa en este triste universo:
tu mirada.

No hay nada nuevo que decir,
todo está dicho:
precipicio de luz tu presencia,
barro de fuego en mi memoria,
transparencia fugaz,
don de lenguas.



De Catulo a Lizalde,
pasando por Carreto y Cardenal,
se ha ido construyendo esta palabra
que quema las arterias del tiempo.
Tradición mal habida de los enamorados
que conocen la mirada de dios en su alma.

Ya no debo escribir del amor,
pero duele y es cierto:
no hay palabra que sobre
cuando es la poesía quien nos consuela.





SEMILLA EN EL DESTIERRO.


Por Milton Medellín.


En dónde quedarán aquellos días
que le dieron sentido a tu presencia.
En dónde la memoria de este tiempo
que presumiste humano,
aquél movimiento de lo eterno
que respetó el transcurso de todas tus pasiones.


Todo lo que has buscado y proferido
será un anticipado abandono
en la mente de todos tus hermanos,
alma comunicada en el vacío,
sólo el silencio es real en esta hoguera
que consume tu esfuerzo de existencia.

Y serás
casi polvo de carne
cuyo rostro se descubre derrumbado,
oscuridad a un tiempo,
en el presentimiento de la luz.

Eternidad sin nombre
serás,
el testimonio,
de aquél amor que todo lo sostiene.

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